viernes, 24 de enero de 2014

Un pregonero de mi pueblo!


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Un pregonero de mi pueblo!

El era un joven de unos 20 años, con alma de niño.
Pertenecía a una familia de buenas costumbres donde los valores
estaban bien cimentados.
Allí en uno de esos pueblos pintorescos de calles empedradas
y casitas que parecían salidas de un paisaje de Rafael Monasterios vivía él.
Pero había nacido
con una discapacidad mental que lo hacia diferente a los demás
muchachos de su pueblo, aunque
apreciado y querido por todos.

Allí estaba en cada una de las actividades propias de las costumbres y
tradiciones de los pueblos, ayudando a llevar al santo en la
procesión, cargando los atriles para la retreta
y ayudando a todo el que necesitaba de sus servicios, sin pedir nada a
cambio y siempre con la alegría reflejada en su rostro.

Pero algo muy especial lo distinguía: era el pregonero del cine del pueblo.
Todas las mañanas a las diez, recorría las tres calles con un cartelón
a sus espaldas donde
se anunciaba la película de la noche .
La gente salía a las puertas cuando él con su lenguaje un poco
complicado avisaba su presencia y en cada casa se detenía para que los
vecinos
se informaran.
Era admirable esa constancia y la alegría con que hacia el recorrido.
Al terminar sabia que tenia garantizada la entrada a la película.

Amigo! ...gritaban los niños en la calle y él se detenía a jugar
con ellos a las canicas o a elevar un
papagayo.

Pero un día su familia decidió mudarse a la capital y nuestro amigo se
llevó con él su maleta de recuerdos, y allí ya no pudo anunciar la
película del día, ni ayudar a llevar el santo en la procesión, ni
cargar los atriles para la retreta, tampoco jugar a las canicas con
los niños ni elevar papagayos, y no podía salir por temor a perderse.

Entonces se encerró a revisar la maleta de recuerdos a llorar y añorar
cada cosa que hacia en su pueblo y la tristeza se fue apoderando de
él.
Una mañana un diario anunciaba: Ha muerto un pregonero.
Así se fue aquel pregonero que se lo llevó la tristeza al cambiar la
quietud de su pueblo por el progreso de la capital dejando atrás
recuerdos que marcaron su vida.

Nelly Guerrero

3 comentarios:

  1. Sí, se puede morir de añoranza y tristeza.... Qué bonito relato aunque tenga este final.

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  2. La vida es asi...enmarca las raices de nuestros recuerdos y los vibimos a medida que los sentimos de verdad...en esta vida tan esteril queda vivirla haciendo de ella...en parte lo que haces...Nelly...saludos de Manolo el hijo de Filomena...abrazos tiempo sin verla..se le recuerda con mucho cariño. ...

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